
El Belén Viviente se instala en un lugar expresamente construido para ese fin, en 3000 metros cuadrados de terreno de los cuales 2000 están íntegramente dedicados a las escenas que lo conforman, para el deleite del público.
Su gran atractivo radica en que el visitante está inmerso en una multitud de sensaciones (vista de escenas con personajes y animales reales; de arquitectura popular; de objetos, utensilios y enseres antiguos; olores a arbustos de la zona, oido de la música típica navideña, y hasta el sabor de los buñuelos, el pan y los picos típicos de Beas). Todo este cúmulo de elementos ha hecho que 37 años después de su fundación el Belén Viviente se convierta en el principal reclamo turístico del pueblo, atrayendo entre 25.000 y 30.000 visitantes en cada edición.
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